El que no lee es porque no quiere. Hay libros divinos de segunda mano que te descubren autores magníficos, y están ahí llenos de polvo, debajo de otros... u olvidados, en una esquina, con las páginas amarillas y las portadas peladas, esperando que se les de otra oportunidad. Eso es lo que me ha pasado con El final de Norma de Pedro Antonio de Alarcón. Este libro, con una portada meh... sí que me sorprendió. ¿Por qué no leí esta joyita en la escuela? Con facilidad puede introducir en los clásicos a cualquier adolescente desde los 12 años. Es sencillo de leer, descomplicado en la prosa pero a la vez ingenioso. El propio autor en una carta a su amigo Charles D'iriarte, dice "una obra inocente, pueril, fantástica, de obvia y vulgarísima moraleja, y más a propósito, sin duda alguna, para entretenimiento de niños que para aleccionamiento de hombres". ¡Qué preciso y qué modesto, habida cuenta que se trata de su primera novela !
Norma no es un personaje ... primera revelación. La música juega un papel importante en esta novelita. Norma es el título de una tragedia lírica que cobró vida en 1831 y trata sobre infanticidio. Se imaginarán las fibras sensibles que toca escuchar la mejor interpretación posible de esta ópera. Para Serafín Arellano, escuchar cantar a "La Hija del Cielo" la parte final de esta pieza, fue decisivo. La belleza de la voz de la intérprete, solo compite con su atractivo físico. Es un ángel, piensa Serafín, y se vuelve loco de amor por ella. El dilema: no la puede tener, porque está prometida a otro y ése otro, es malvado, es asesino, es mentiroso y manipulador: Rúrico de Cálix.
Cuando Serafín piensa que todo está perdido, por cosas del destino o - ¿quizá Dios? - toma un barco equivocado, corre peligro su vida y luego de remontarnos al pasado, hasta la época en que La hija del Cielo hace una promesa a su padre, se nos trae al presente con un giro no tan asombroso, pero muy pertinente por el deseo del lector (el mío pues) de que las cosas cuajen para bien de los personajes.
La novela además me hizo reír bastante. Por ejemplo, cuando la cantante busca que el flamante violinista se olvide de ella diciéndole que se llama Jacoba. Y cuando por fin le dice su nombre real, yo me quedé pensando que Jacoba era mucho mejor. Asimismo, la amistad de Serafín y del dulce Alberto hace muy amena toda la lectura.
Una mezcla de romance y aventura, a mí me pareció un estilo muy tipo Conde de Montecristo, versión resumida. Denle una oportunidad.
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